¿Se puede leer la mente del consumidor, conocer sus
motivaciones, sus deseos y su proceso de toma de
decisiones, para diseñar programas de márketing más
eficaces? Los avances producidos en los años noventa en
el campo de las neurociencias han abierto un enorme
campo de expectativas. En este sentido, el
neuromárketing se ha convertido en una disciplina
clave para obtener un conocimiento más profundo sobre
el comportamiento de las personas ante el consumo de
productos y servicios.
Los avances producidos en la década de los noventa en el campo de las neurociencias, dedicadas al estudio del cerebro, permitieron conocer con mayor detalle el comportamiento psicológico de los consumidores. De esta convergencia entre las neurociencias y el márketing surgió el neuromárketing, disciplina cuya finalidad es aprovechar los conocimientos en los procesos cerebrales para aplicarlos a la relación entre la empresa y el consumidor, en campos tales como la comunicación, el posicionamiento, el producto, el precio, el branding y todos aquellos de los que se sirve una organización para lograr satisfacer las necesidades de un consumidor y así lograr retenerlo de un modo perdurable en el tiempo.
Para lograr dichos conocimientos sobre los procesos cerebrales del consumidor, el neuromárketing se sirve de las tecnologías utilizadas por las neurociencias; entre ellas, el escáner cerebral, que permite conocer las reacciones de los consumidores ante estímulos comerciales concretos. Hoy es posible determinar, según las zonas que se activan cuando una persona está en contacto con un producto, cuáles son los atributos que generan aceptación y cuáles, rechazo. También es factible conocer el grado de recuerdo de un anuncio publicitario y ahondar aún más, buceando en las motivaciones de compra, que, al ser desencadenadas por motivos no conscientes, son difíciles de detectar con las técnicas convencionales.
En otras palabras, el neuromárketing parece ser la promesa del futuro (un futuro muy cercano) para encontrar mejores métodos con los que satisfacer las necesidades de los consumidores y lograr, de este modo, crear una relación que perdure en el tiempo.
Como puede observarse, el neuromárketing es especialmente útil para conocer la información que se genera en las profundidades de la mente, esto es, aquélla a la que sólo se puede acceder utilizando técnicas avanzadas. Las herramientas tradicionales de investigación de mercado, como encuestas o focus groups, no siempre permiten obtener resultados satisfactorios. De hecho, en la historia del márketing encontramos una larga lista de productos que, aun cuando los resultados de las encuestas eran prometedores, no gozaron del favor de los consumidores.
La utilización de escáneres cerebrales permite afinar las campañas publicitarias y hacerlas más eficaces. Hay empresas que, antes de proceder al lanzamiento de las piezas que las componen, las someten a un test con una muestra mediante escáneres cerebrales. Esto les permite conocer de antemano cuáles son las reacciones de personas representativas de su target ante determinados estímulos y decidir qué parte del diseño debe cambiarse y qué parte debe mantenerse.
En estos casos, el neuromárketing aplica la misma técnica que se viene utilizando con éxito en la industria cinematográfica para averiguar si una película va a contar o no con la aceptación del público. Esto se hace analizando, por ejemplo, el tipo de activación cerebral que se observa ante escenas de intriga, tensión, miedo o emoción.
Las técnicas de resonancia
magnética también
se utilizan en la planificación
de la estrategia
de medios. En este
sentido, varios experimentos
han demostrado
que los anuncios en la
radio activan la zona del
cerebro que almacena las
memorias a corto plazo,
los medios impresos permiten
una mayor concentración
y, con ello, un
mayor recuerdo de la información,
y la televisión
es más eficaz para generar
una respuesta emocional
y a largo plazo.
Otra de las aplicaciones
interesantes del
neuromárketing está relacionada con el estudio del denominado “sistema
de recompensas” (reward) del cerebro.
Los escáneres cerebrales permiten conocer
qué atributos de un producto provocan sensaciones
de placer o bienestar en el consumidor
y qué marcas han logrado una mayor conexión
emocional. En este sentido, uno de los
experimentos más conocidos es el que llevó a
cabo el especialista en neurociencias Read
Montague, quien quiso probar científicamente
lo que Pepsi insistía en comunicar en sus
anuncios: que en los test a ciegas su bebida
siempre resultaba mejor valorada que la de
su rival, Coca-Cola.
Para comprobar esta afirmación, Montague
reprodujo el test utilizando herramientas
de neurobiología y observó que, en efecto,
cuando los participantes bebían Pepsi, se incrementaba
la actividad cerebral en el putamen
ventral, la zona asociada con el placer y
el bienestar tras la ingesta de alimentos. Posteriormente,
invirtió la prueba e informó a los
participantes de qué bebida estaban consumiendo
en cada momento. En este segundo
test, el resultado fue favorable a Coca-Cola,
debido a que, cuando los participantes conocían
de antemano qué marca estaban consumiendo,
se activaba la zona del cerebro asociada
con los recuerdos y las experiencias.
Ello le permitió demostrar que el cerebro
humano responde no sólo al gusto o al sabor,
sino también al vínculo emocional de cada
consumidor con la marca en cuestión. En este
sentido, Coca-Cola está mucho mejor “posicionada”
que Pepsi, es decir, ha conseguido un
vínculo emocional con sus clientes que va mucho
más allá del mero sabor de su bebida, lo que le permite gozar del liderazgo absoluto
en su categoría y contar con clientes auténticamente
fieles a su producto.
Sin duda, y para esto basta con observar y
recordar las piezas publicitarias, la clave de
los mensajes de Coca-Cola es su capacidad
para generar emociones. Prácticamente en
todos los anuncios, el foco no está puesto en
argumentos racionales, sino en imágenes que
apuntan directamente al cerebro emocional.
Con éste y otros experimentos similares, el
neuromárketing ha demostrado que, cuanto
más potente es un estímulo emocional, más
profunda es la conexión neurológica que logra
establecerse en la mente del mercado. Por ello,
las empresas que han logrado crear este tipo
de relación invierten sumas considerables en
campañas publicitarias con el fin de reforzar
su marca, esto es, con el objetivo de asegurarse
su “presencia” en las redes neuronales que enlazan
la marca con la sensación de placer y
bienestar.
Según Néstor Braidot, uno de los mayores
especialistas en neuromárketing, la neurociencia
cognitiva permite estudiar “cómo el
cerebro construye una imagen sensorial de
una marca y cómo la repetición de mensajes
publicitarios que incluyen vivencias cotidianas
hace que esa marca se vaya grabando en
las conexiones sinápticas del cliente de manera
más sólida”.
Esto se debe a que la información que ingresa
en el cerebro por los sistemas sensoriales,
sumada al aprendizaje del consumidor, esto
es, a todo lo que tiene grabado en su memoria,
estimula conexiones sinápticas entre diferentes
neuronas, conformando redes interconectadas.
El propio Braidot afirma: “Los sentidos
están informando continuamente al cerebro
sobre lo que pasa a nuestro alrededor y las
células cerebrales transmiten esta información
comunicándose entre sí mediante señales
eléctricas. Cuantas más veces experimente
una célula el mismo estímulo, por ejemplo, ante
la presencia reiterada de una marca cuyo
mensaje activa los centros emocionales, más
fuerte se vuelve la señal eléctrica. Esto permite
‘posicionar’ un producto en el cerebro del
mercado con una estrategia determinada”.
Este fenómeno, que, puntualiza Braidot, está
explicado de manera sencilla para que el
lector pueda comprenderlo, se conoce como “potenciación
a largo plazo” e interviene en el aprendizaje y la memoria. Por esa razón lo está
investigando intensamente la neurobiología y
es de enorme interés para el neuromárketing.
Como puede observarse, la repetición de
los mensajes publicitarios y la profundidad
de la conexión neurológica resultante tendrán
una notable influencia sobre el acto de compra
del consumidor. En este sentido, Martín
Lindstrom, uno de los principales gurús del
neuromárketing, afirma que el consumidor
tipo compra el 60% de los productos que encuentra
en el lineal de un supermercado de
forma espontánea y, de este porcentaje, el
80% es escogido en menos de cuatro segundos.
Ello se debe a que gran parte de nuestros
actos de compra son inconscientes o, dicho de
otro modo, es nuestro subconsciente el que
nos ayuda, sin que seamos conscientes de ello,
a tomar nuestras decisiones de compra.
En este sentido, coincide Braidot, “aunque
como consumidores creamos que estamos razonando
de manera consciente, prácticamente en
todas las compras que realizamos son los mecanismos
metaconscientes los que definen la decisión
que vamos a tomar”; por eso son de tanta
utilidad las técnicas del neuromárketing.
UN tema que siempre preocupó al márketing tradicional es por qué en algunos casos había una brecha tan importante entre la intención de compra y la acción de compra. En otros términos, por qué las personas que en las encuestas tenían una actitud muy favorable hacia un producto o servicio –hasta el punto de manifestar expresamente que lo comprarían– no lo adquirían cuando éste era lanzado al mercado.
Para responder a esta pregunta y, desde luego, resolver un problema importante, hoy se está invirtiendo mucho en investigar qué partes o regiones del cerebro se activan cuando hay intención y cuáles indican que habrá ejecución (acción). Ya se sabe que contamos con dos sistemas distintos que dan soporte a una u otra actividad y que éstos pueden complementarse. Por ejemplo, cuando un individuo se maneja en el plano de la intención, se activa la región prefrontal anterior medial, lo cual indica que tiene en la mente una decisión. La acción de llevarla a cabo, esto es, comprar “realmente” el producto, involucra actividad en otra zona, la región prefrontal posterior medial.
También se está investigando la participación de los ganglios basales, donde se forman y concentran los circuitos neuronales vinculados con los hábitos rutinarios. Como su funcionamiento consume mucha menos energía que las zonas ubicadas en la corteza prefrontal, la inacción (por ejemplo, comprar el producto que veníamos consumiendo en lugar de probar uno nuevo) puede no tener un origen psicológico (relacionado con una personalidad poco innovadora en materia de consumo), sino orgánico.
Esto es muy importante, ya que, en todo proceso de toma de decisiones, los razonamientos se producen alrededor de opciones para recorrer un camino que va de la intención a la acción y, sin duda alguna, para implementar estrategias de márketing efectivas es necesario descubrir cómo las intenciones de compra se materializan en acciones de compra y, del mismo modo, por qué muchas veces sucede lo contrario.
Al tratarse de una disciplina joven y con elevados costes de investigación, son todavía pocas las empresas que se sirven de los conocimientos que proporciona el neuromárketing. Por lo general suelen ser grandes multinacionales, como Nestlé, Daimler Chrysler, Coca-Cola, Disney o Kraft. En los últimos años, además, varias consultoras se han especializado o han creado departamentos especializados en neuromárketing; entre ellas, Neurosense, Ameritest, Brighthouse y Eurobusiness (del Grupo Braidot).
No obstante, parece obvio que, a medida que avance la investigación y se vayan popularizando sus resultados, el neuromárketing se convertirá en una herramienta imprescindible para que las empresas sepan con mayor detalle cómo funciona la mente del consumidor y, por tanto, puedan conocer con mayor certeza cuáles de sus necesidades deben orientarse a satisfacer.